TACONES: COSA DE HOMBRES (I)

CUANDO LOS HOMBRES CALZABAN TACONES Hay artículos y objetos tan esencialmente femeninos -o vinculados actualmente la feminidad- que resulta muy difícil imaginar que, originariamente, fueran concebidos como algo masculino. Este resulta ser el caso de los zapatos de tacón o tacones altos. Rehusando a creerlo dentro de un sector claramente heteronormativo, hubo un tiempo en el que, los hombres, usaron tacones. Sí, un accesorio esencial para su virilidad masculina.

Las generaciones posteriores para las que han significado referencia de feminidad y glamour, hay que aclarar que, un par de zapatos de tacón alto, fueron en su día primordialmente diseñados para el hombre. Hermosos, provocativos y sobretodo, masculinos, los tacones pudieron ser muchas cosas, pero incluso sus más fervorosos fans no concluyeron en decir jamás, que fueran prácticos. En el siglo XVII, llevar tacones altos no constituían la mejor opción para las campiñas y las guerras porque no eran exactamente cómodos. Es más, ni tan siquiera fueron diseñados para caminar.

En papiros encontrados en el antiguo Egipto ya aparecen hombres y mujeres sobre zapatos elevados. Entre algunos dibujos de Leonardo Da Vinci se pueden observar zapatos de tacón alto relacionados con el manejo de caballos. El tacón alto fue usado durante siglos en todo el Medio Oriente, como una forma de de demostrar que se llevaba calzado, según comenta Elizabeth Semmelhack, Adjunta de Dirección y Responsable del Bata Shoe Museum de Toronto y autora de «Heights of Fashion: A History of the Elevated Shoes» (Las alturas de la moda). Una buena equitación era esencial en los estilos de combate en Persia, antiguo nombre histórico de la actual Irán. Cuando los soldados se aferraban a sus estribos, el tacón ayudaba a sujetarse al caballo y de esta forma podían disparar sus flechas con mayor precisión.

Al finales del siglo XVI, el Shah Abbas I de Persia disponía de la caballería más grande del mundo. El monarca deseaba establecer lazos con gobernantes en Europa Occidental, con el fin de tener aliados a la hora de enfrentarse a su mayor enemigo, el Imperio Otomano. Por esta razón, en 1599, Abbas envió su primera misión diplomática a Europa, en concreto a las Cortes de Rusia, Noruega, Alemania y España. Una ola de interés en todo lo que tenía que ver con Persia, inundó entonces a la vieja Europa. Los zapatos al estilo persa fueron acogidos con entusiasmo por aquellos aristócratas que buscaron tener una apariencia más viril: una masculinidad que de sólo podía «alcanzarse» calzando unos zapatos de tacón. El zapato persa se fabricaba a partir de una cubierta de cuero de caballo, reforzada con semillas de mostaza prensadas.

Luis XIV de Francia «El Rey Sol» llevó tacones como marca personal, a partir de ser inmortalizado en un retrato de 1701 por el pintor Hyacinthe Rigaud. Su diseñador fue Nicolás Lestage, zapatero ilustrado que posteriormente adaptaría sus creaciones para las mujeres. Incluso la mismísima Madame de Pompadour llegó a vestirlos haciendo de su estilo un nombre: «Tacones Pompadour». A medida que el uso de tacones se filtró en los rangos más bajos de la sociedad, la aristocracia respondió aumentando especialmente la altura de sus zapatos, así como los adornos y florituras… y el tacón femenino (para él) nació. En las calles enfangadas y llenas de baches de la Europa del siglo XVII, estos zapatos nuevos no tenían valor alguno como utilidad, pero se convirtieron en el punto de inflexión entre la burguesía y gente noble de las ciudades. Sin duda fue una de las mejores formas en las que el estatus social se podía transmitir a través de esta inutilidad. Las clases altas siempre han usado vestimentas e indumentarias poco prácticas -en general incómodas y lujosas- para anunciar su privilegiado, visualmente. Es obvio, claro está, que no tenían que ir a los campos de trabajo y que tampoco caminaban mucho.

Y todo ello comenzó para “engrandecer” a un rey bastante desproporcionado físicamente. Condicionó y complementó su estatura diez centímetros más con sus tacones, a menudo con una decoración pretenciosamente elaborada a base representaciones escénicas de batallas en ellos. De hecho, el monarca fue conocido por sus costumbres en el vestir y por sus zapatos de tacón para disimular su corta estatura (1,62 m.). Los tacones y suelas eran siempre de color rojo. Su tinte era costoso. La moda se extendió rápidamente en el extranjero. Carlos II de Inglaterra, por ejemplo, en su retrato de Coronación fechado 1661, portaba un par de enormes tacones rojos de estilo francés, aunque en este caso el personaje ya medía 1,85 metros de altura para empezar a destacar por sí mismo.

En la década de 1670, Luis XIV promulgó un edicto por el cual sólo los miembros de su Corte tendrían permiso para usar tacones rojos. El color rojo denotaría privilegio. En teoría, lo único que cualquier ciudadano de la sociedad francesa tenía que hacer para comprobar si alguien disfrutaba de los favores del rey, era mirar hacia el suelo. En la práctica, las imitaciones de tacones «no autorizados» estaban disponibles a la vuelta de la esquina, como aquel que dice.

Una relación evidente con Luis XIV, la suela y el tacón rojo, es el rojo identificativo de Christian Louboutin, que bien puede representar fielmente uno de los símbolos de estatus más inmediatamente reconocibles a lo largo y ancho del planeta, según comenta Helen Persson del Victoria & Albert Museum de Londres. Pero mientras que los diseñadores de moda de hoy en día tienen una enorme variedad de plásticos, texturas y metales en su caja de herramientas, era un auténtico desafío de ingeniería la elaboración de calzado para aquellos que ejercían oficio en el siglo XVII, tratando de medir el apoyo del empeine dentro de un tacón alto. La solución fue colocar el tacón más lejos de lo que se hace hoy en día (continuación del talón) llevándolo hacia delante del zapato. Esta transferencia fue muy efectiva, evitando el problema de inestabilidad a su usuario.

Continuará…