«FATWA» PARA LA OPRESIÓN Y REDENCIÓN

LA TRASEXUAL REVOLUCIONARIA DEL AYATOLÁ Ella es una activista por los derechos trans en Irán, afirmando que el Islam apoya la reasignación sexual, siempre y cuando conduzca a una identidad heteronormal y sus relaciones sexuales específicas. Maryam Molkara se ha convertido en una leyenda y un icono en la Comunidad Trans iraní y musulmana, traspasando su relevancia a nivel internacional. Irán, donde ser gay puede acarrear pena de muerte es, sin embargo, el segundo país con más operaciones de cambio de sexo. Maryam Molkara fue convenció al Ayatolá Jomeini de que, ser transexual, no es pecado.

Molkara tiene 60 años y una batalla pendiente aún por terminar: quiere que su madre, víctima de un derrame cerebral que le provocó la pérdida de la memoria, entienda que ella es en realidad su hijo Ferydoon, tras someterse a una cirugía de reasignación. «Ella cree que yo soy una mujer que adoptó ya siendo mayor y que Ferydoon vive en EE.UU». Esta mujer transexual es la verdadera responsable de que en Irán se permita el cambia de sexo ,después de pasar un examen médico. Un hecho sin precedentes en el mundo musulmán en donde es común que transexuales y homosexuales sean perseguidos y castigados hasta la muerte.

»Inventamos una historia para no contarle la verdad a mi madre, pues nunca estuvo de acuerdo con que yo me vistiera de mujer y mucho menos con mi posible cambio de sexo», asegura sentada en un sofá de su pequeña casa en Karaj, una ciudad a 50 kilómetros de Teherán. Cuando terminó su proceso de transformación, Maryam se casó con Mohammad Sadafi, un primo lejano 13 años menor que ella, con quien todavía convive.

Maryam se practicó la cirugía en Thailandia. Irán, lleva a cabo un promedio de 1.000 operaciones al año durante las últimas dos décadas. La responsable de la sorprendente cifra es esta mujer regordeta, extrovertida y de origen humilde, rechazada por su padre debido a sus comportamientos femeninos.
Desde muy joven, todavía en épocas del Sha de Persia, Rezah Pavlavi (un emperador pro-estadounidense), Maryam empezó a tocar puertas para ver cómo lograba que se le reconociera su condición de mujer. Pasó por clérigos, jueces e incluso logró reunirse con la esposa del Sha, la emperatriz Farah Diba, quien le aseguró que le ayudaría si lograba encontrar a más personas en su misma situación.

Empecé a ir a cabarets en el sur de Teherán. Todavía llevaba la ropa de hombre, pero de una manera femenina. Una noche, me encontraba en la calle esperando un taxi con un traje de terciopelo negro y unas atractivas llamas rojas. Un coche se detuvo y varios hombres se asomaron. Me emocioné para mí. Cuando me llamaron «hermana» supe que eran como yo.

Pero todo quedó en humo poco antes de la revolución islámica,la cual derrocó al Sha y dio paso a un gobierno fundamentalista y represivo. La lucha de Maryam comenzó de nuevo, desde cero.

Después de la revolución, allá por 1979, los transexuales y homosexuales fueron perseguidos por las autoridades de forma contundente. Muchos de ellos, incluso, asesinados o ejecutados. «No los mataron por su condición sexual sino por sus ideas políticas», argumenta, tal vez para evitar problemas.

Maryam, que antes de la revolución se paseaba por las calles y bares de Teherán vestida de mujer, fue despedida de su trabajo en la televisión estatal y terminó en un hospital psiquiátrico, en donde le administraban altas dosis de antidepresivos y hormonas masculinas.

»Usted es una pervertida», le repetían al ver que tenía senos, después de llevar años tomando hormonas. Desesperada tras su paso por el centro médico, decidió intentar lo más atrevido: contarle su historia al Ayatolá Jomeini, líder supremo de Irán, a quien ya había tratado de contactar antes, y fue así, un día de 1986. Maryam llegó a su residencia. Aunque iba vestida de hombre, se había teñido la barba y mantenía los brazos cruzados para tapar sus senos, los guardias del Ayatolá pensaron que era una prostituta o una mujer suicida, y la cachearon y golpearon de forma brutal. Se salvó porque en ese momento pasaba por allí el hermano de Jomeini, Hassan Passandie, quien ya conocía su caso. El clérigo, asustado por la cantidad de sangre que brotaba de su cara, le ayudó a entrar a la residencia. Momentos después, oyó a Jomeini recriminarles a los guardias por ese maltrato gratuito. Entonces se le acercó y le dijo: «Soy una mujer en cuerpo de hombre».

Los asistentes del Ayatolá le dieron una manta para que se cubriera de pies a cabeza y la hicieron pasar a una habitación donde solo había mujeres. Por primera vez había sido reconocida como una de ellas.

Minutos después, escuchó a Jomeini consultarle a su equipo médico sobre las diferencias entre hermafroditas, transexuales y homosexuales. «Usted nació en el cuerpo incorrecto. No tiene nada que ver con pecado o ser degenerado, así que tiene derecho a que su mente coincida con su cuerpo», le aseguró Jomeini. Inmediatamente después, emitió la fatwa (Ley Islámica) en la que se reconoce que los transexuales tienen derecho a operarse y obtener una nueva identidad. 
Cuando salió de la casa de Jomeini, Maryam sintió que toda su lucha había tenido recompensa. Ya no sería considerada nunca más como un homosexual y su vida estaba «a salvo».

Según cifras de algunas organizaciones humanitarias, al menos 100 homosexuales fueron ejecutados en Irán entre 1979 y 1990, y muchos más en años posteriores. «En nuestra religión ser homosexual es un pecado, una persona tiene que ser hombre o mujer», explica Maryam.
Sin embargo, el camino para ella y demás transexuales no ha sido tan fácil como lo dicta la ley. Muchos se operan porque no tienen otra opción; si no lo hacen, son acusados de homosexualidad y pueden pagar con su vida. Esto no solo ha traído como consecuencia que en Irán se realicen más operaciones de este tipo que en países del Medio Oriente, sino que muchos de esos pacientes tengan problemas psicológicos.

»Nada es fácil para nosotros», añade Molkara, quien reconoce, sin embargo, que su perseverancia ha traído más cambios positivos que negativos para personas como ella. Motivo más que suficiente para sentirse orgullosa. «Mi única tristeza es que mi madre no sepa quién soy».

Bibliografía: 
Tait, Robert. «Un fatwa por la Libertad.» The Guardian. 27 de Julio 1995.
McDowall, Angus and Stephen Khan. “The Ayatollah and the Transsexual: Story of Maryam Khatoom”. (Artículo de «The Independent», de Noviembre de 2004).

Deja tu comentario